martes, 1 de noviembre de 2016

Afrontar la muerte con los más pequeños.

Diego empezó hace un par de meses a hacer preguntas sobre la muerte.

Todos los días vamos a casa de la Bisa; nuestro hijo (de casi cuatro años), que siempre coge los bastones de mi abuelo, comenzó a preguntar y repreguntar que dónde estaba el Bisotón, a lo que empezamos a decirle que falleció cuando él era muy pequeño. Es un niño muy sensible, y sin apenas conocerlo se puso triste por lo que le estábamos contando.







Hace poco menos de un mes, un familiar muy cercano nos dio un susto. Le dio un infarto cerebral que le tuvo ingresado en el hospital dos semanas y media. Diego, que ya de por sí estaba mostrando desde hace semanas interés por el tema, preguntó si ese familiar, al que estaba acostumbrado a ver todos los días, se había morío. Nosotros no mentimos nunca a nuestros hijos, y después de leer varios artículos de psicología en los que dicen que para abordar el tema de la muerte con los pequeños es conveniente no mentirles, teníamos más claro aún que tampoco lo íbamos a hacer en algo así. Yo le dije que esperábamos que no, que los doctores lo estaban curando, y entonces me preguntó si se iba a morir, a lo que contesté que todos nos morimos, que la muerte es parte de la vida. No obstante, para morirse hay que ser muy muy viejecito, estar muy muy muy muy malito o tener muy muy muy mala suerte.


Nosotros no le decimos que no llore, no nos gusta que reprima su tristeza o sus emociones. Llorar por la perdida de un familiar o un ser querido es sano, pasar ese proceso de duelo es muy necesario, tanto para adultos como para niños. Mi marido y yo si tenemos que llorar no nos escondemos. Hemos leído en blogs y foros de psicología infantil que expresiones como por ejemplo: "está en el cielo", "está durmiendo para siempre" o "Dios se lo ha tenido que llevar", entre otras, pueden confundirlo y crearle una ansiedad innecesaria, por lo que nunca lo hacemos. Hay que ser claro, conciso y responder a todas las preguntas que nos haga. Como con todos los temas transcendentes, mostramos mucha naturalidad, lo vemos imprescindible para que le afecte lo menos posible.


Tampoco podemos esquivar el tema cuando sale, porque Diego tiene muchísima memoria y si empezamos a divagar, a los diez minutos te vuelve a preguntar, así sucesivamente hasta que le digas una respuesta que entiende.






No sé como lo haré si Delia me pregunta antes... No sé como adaptar la información a una edad más temprana... Nosotros nos informamos y hacemos lo que creemos mejor, siempre intentando usar términos cariñosos acordes a la edad de nuestro hijo.
Él ha ido al cementerio a llevarle flores al Bisotón pero yo, personalmente, no lo llevaría al velatorio de alguien. No quiero que se quede con la ultima imagen de ese ser querido así, quiero que lo recuerde vivo, con su sonrisa, con su mirada cálida.

Somos conscientes de que es más fácil decirle que está en el cielo, pero también sabemos que si lo vamos preparando ahora, cuando llegue el momento de perder a alguien cercano va a ser menos doloroso y lo va a poder entender y gestionar mejor.  No vamos a pasar por la transición a la verdad porque ya va a saber la verdad. Va a entender desde pequeño lo que decía al principio, que la muerte es una parte de la vida.