miércoles, 28 de febrero de 2018

Viajar con niños: DISNEYLAND PARÍS.


Hace unos días volvimos de hacer nuestro primer viaje internacional con las fieras. Realmente planeamos muy pocas cosas, no nos hicimos ningún horario, ni guía, lo fuimos haciendo todo sobre la marcha y nos salió bastante bien. Aprendimos muchísimas cosas que pondremos en práctica cuando repitamos.

No voy a decir que viajar con un niño de cinco años que se cansa cuando da cuatro pasos seguidos y con un bebé de casi dos que no es más terca porque no puede, ha sido fácil. Pero sí diré que ha merecido la pena.




Os voy a contar cómo lo hicimos, el presupuesto por el que más o menos nos salió y las rutas que llevamos a cabo para ver casi todo. Fuimos en plan mochileros, nada de restaurantes caros ni de despilfarres. Queríamos ver monumentos, museos e ir a Disney, todo en cuatro días.

Lo primero que hicimos (con dos meses de antelación) fue coger los vuelos. Nos ayudó el padrino de Delia porque nosotros hacía mucho que no cogíamos un avión y estábamos un poco perdidos. No sé si cogió alguna oferta o algo, pero nos salió, ida y vuelta los cuatro con Ryanair (Delia a dos semanas de cumplir dos años no paga) por 270€ aproximadamente.

El avión aterriza en el aeropuerto de París-Beauvais, con lo cual teníamos que coger un autobús que nos dejase en el centro. La ida y vuelta de la ciudad al aeropuerto nos salió a los cuatro por 77€.

Después buscamos un apartamento por el centro de París. Aquí no nos importaba gastarnos un poco más porque éramos conscientes de que la ubicación nos iba a facilitar mucho la vida. Tuvimos suerte y encontramos uno justo en el Trocadero. Teníamos la Torre Eiffel a menos de diez minutos andando y el Arco del Triunfo igual. Habían dos bocas de metro a 3 minutos del piso, tres o cuatro supermercados, farmacias, panaderías, restaurantes... De todo. Lo alquilamos por la plataforma AirBnb, contando las tasas de gestión, las personas adicionales y los gastos de limpieza, nos salió el piso por unos 365€ las cuatro noches. Nada caro para estar totalmente reformado, en una buena zona y con tanta accesibilidad. Aquí os dejo 25€ de descuento en vuestro próximo viaje si os registráis con este enlace.


Diez días antes cogimos las entradas de Disneyland. Esto nos salió por 182€ dos adultos y un niño. Aquí Delia tampoco pagaba. No obstante hay una oferta ahora mismo que hasta el 20/03/2018 las entradas de adulto cuestan como las de niño. Aquí os dejo el link.

La semana antes del viaje tuvimos que hacerles los DNIs a los pequeños y unos días antes nos hicimos los cuatro la tarjeta sanitaria europea, para viajar es muy necesaria y mucho más si vamos con niños.

La comida en París es muy cara. Todo, absolutamente todo te cuesta más que en España. Compramos pasta, pan, yogures, leche, cereales, huevos y mucha fruta y verdura... Fuimos haciendo la comida por la mañana antes de salir de casa y nos la llevábamos, ya que nos pasábamos todo el día fuera para aprovechar el tiempo al máximo.

En el metro nos gastamos 15€ en 10 billetes. Nos sobraron cinco porque al llevar el carrito muchas veces nos abrían la puerta sin necesidad de pasar el ticket. Cogimos muchísimos trenes y creo que por no esforzarse en entendernos, nos abrían sin preguntar y sin pedirnos nada.

Nuestro itinerario fue el siguiente:

Cogimos el avión de ida a las 19:00h y llegamos a las 21:20h. El vuelo fue una odisea, una azafata cogió a Delia y se la llevó a pintarle cosas en las manos porque no paraba quieta, era puro nervio.


Aquí veis a Delia en estado puro. Aprendió a soltarse el cinturón y tuve que pelear un poco con ella.
¡Y aún no habíamos despegado!



Poco después de aterrizar, cogimos el autobús y sobre las 23:15h llegamos a París (nos dejaba en Porte de Maillot). Cenamos rápido en un McDonald's y cogimos el metro, que menos mal que cierra a la 1:00 a.m.
Llegamos al piso casi a las dos de la madrugada.
A la mañana siguiente nos despertamos temprano y cogimos el metro de nuevo hasta el Louvre.




París promueve el arte y la cultura de tal manera que los niños y los menores de veinticinco años no pagan museos. Por lo cual el único que pagaba para entrar era Néstor (unos 15€).
Además el trato a las familias con niños es exquisito, no hicimos colas para entrar (¡y vaya colas había!) con el simple hecho de llevar un bebé, los de seguridad te pasaban por delante de todo el mundo.








Pasamos toda la mañana en el Louvre. Delia durmió todo el rato y Diego estaba excitadísimo por la exposición del antiguo Egipto, le encanta todo ese tema. Era nuestro guía particular, nos explicaba –él, un niño de cinco años– qué eran las falúas, los sarcófagos, las momias, los escribas, los jeroglíficos, cuántos Dioses había y cómo se vivía en aquella época. Era magnífico escuchar con que entusiasmo lo miraba, tocaba o contaba todo.






La cosa cambió cuando acabamos con eso y fuimos a otras zonas del museo, ahí empezó a impacientarse y nos costó un poco que aguantara, ¡bastante bien se estaba portando el pobre!

Después del Louvre fuimos a los Campos Elíseos y comimos allí. Estuvimos una hora y bajamos andando a la Torre Eiffel, disfrutando de las calles y de la gente.




Llegamos al monumento por excelencia y compramos los tickets para subir. Yo ya había estado pero sólo había subido hasta la segunda planta, esta vez quería ver el mirador. Nos costaron las entradas 43€ y nos pasamos el resto de la tarde ahí. Vimos el atardecer desde la cima y fue maravilloso.





Al día siguiente madrugamos y salimos hasta la estación de tren que nos llevaría a Disneyland (RER A) compramos ida y vuelta y nos salió por 37€.





Al llegar empezó la aventura. Era mejor de como me lo imaginaba... Todo, cada absoluto rincón, era magia pura. Cuidaban cada mínimo detalle y recuerdo que al pasar la puerta volví a sentirme como una niña. Hacía un día espléndido, ni una nube, pero hacía mucho frío, -3ºC. Íbamos bien equipados con ropa térmica, cinco capas y gorros bufandas y guantes, pero aún así el helor que había nos ralentizaba un montón.





Fuimos un día de máxima afluencia, lo cual no entiendo porque no era ninguna fecha especial, ni Navidad, ni fiestas, hacía muchísimo frío, era fin de mes...
Si pudiera cambiar algo de nuestro viaje sería coger un fastpass. Nos montamos en pocas cosas porque las colas eran de 90 minutos, que se dice pronto.


Aquí Diego super emocionado en una cola.

Encima perdimos un montón de tiempo en una de las atracciones, ya que cuando llevábamos una hora y cuarto de cola nos evacuaron por algún incidente con el tren. Tuve que inventarme una historia muy graciosa para que Diego no tuviese miedo en ese momento.

Al ver a Mickey Mouse los niños se tiraron a sus brazos. Le abrazaron, le besaron, le chocaron los cinco y le cogieron la mano. Fue el momento más mágico para ellos. Han pasado cinco días y Delia aún le dice a la gente que vio a Mickey, se le quedó grabado dentro.





Lo mejor de ir con Delia es el Baby Switch, es decir, hago cola una vez con Diego y cuando terminamos de montarnos, yo me cambio por Néstor, que está fuera esperando con Delia y así el niño se monta dos veces haciendo cola sólo una.
También esperamos una hora antes del comienzo del espectáculo final. Queríamos estar en primera fila para ver semejante pasada. Creo que esta es una de las cosas más bonitas que he visto en toda mi vida. Lloré muchísimo, estaba super emocionada. Encima justo al lado un chico hincó la rodilla y le pidió matrimonio a su novia, fue muy bonito.






Al terminar volvimos a coger el RER A (importante conservar los billetes hasta que lleguéis al destino, a la familia de al lado los multaron por no llevarlos) y anduvimos quince minutos hasta nuestro piso.



Al día siguiente nos despertamos un poco más tarde, cogimos de nuevo el metro y nos fuimos a Montmartre, uno de los barrios más bonitos de la ciudad.
Visitamos Le mur des Je t'aime y el Moulin Rouge.






Volvimos a coger el metro y fuimos a Notre-Dame. Yo ya había estado, pero volver a verla me removió mil sentimientos por dentro. Es majestuosa y una autentica pasada.




Esta vez volvimos a casa para echarnos una siesta y después fuimos a ver el Arco del Triunfo y el encendido de la Torre Eiffel desde el Palais de Chaillot mientras nos comíamos unos auténticos crêpes franceses.





Hicimos las maletas y aquí viene la peor parte del viaje. Al día siguiente nuestro avión salía a las 22:00h y teníamos que dejar el piso a las 11:30h de la mañana. Como ya conté aquí, era una faena estar tantas horas con un niño, un bebé, tres maletas, dos mochilas y un carrito, dando vueltas por la ciudad a -3ºC.
Fuimos al Palacio de Congresos que es como una especie de centro comercial gigante que tiene zonas con cargadores, sofás, wi-fi, televisión... Hicimos tiempo hasta la hora de comer y unas maravillosas personas nos dejaron sentarnos en su cafetería para comernos la comida que nosotros llevábamos. Se portaron genial, nos invitaron a café y a unas pastas e hicieron que creyéramos que el mundo podría ser aún mejor si todos tendiésemos una mano a quien lo necesitara. Sé que no me leerán, pero les estoy profundamente agradecida por el trato que nos dieron, como si nos conociesen de toda la vida.
Después de comer y hacer un poquito más de tiempo cogimos el autobús hacia el aeropuerto.




Merendamos allí mientras jugábamos con los niños y veíamos alguna serie en el móvil con Netflix.
El tiempo se pasó más rápido de lo esperado y cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos facturando el equipaje. El vuelo se retrasó, pero duró veinte minutos menos de lo esperado, al ser de noche los niños se durmieron, lo cual fue una faena para el momento del aterrizaje, protestaron mucho al sentarlos y ponerles el cinturón. Después de coger las maletas y recoger nuestro coche salimos hacia Murcia. Llegamos a casa a las 2 de la mañana.

En resumen, el viaje nos salió por unos 1100€ aproximadamente sin contar lo que gastamos en comer allí (unos 120€). Lo pagamos poco a poco, en diciembre cogimos los vuelos, en enero el transporte aeropuerto-ciudad y el piso, en febrero las entradas de Disneyland y ultimamos detalles...

Me he cansado sólo de escribir el post al recordar los cuatro días sin parar, pero ay... ¡Cómo mereció la pena! París es una ciudad con muchas cosas para ver, mucho que hacer y una magia y romanticismo difícil de explicar. Viajar con niños es una experiencia muy especial, una manera diferente de disfrutar. Qué bonito ver el mundo a través de sus ojos.


3 comentarios:

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  2. Estoy pensando pero me cuesta decidir que momento considero más magico en tu viaje, si el viaje a Disneyland junto con la inocencia de tus peques al ver a Mickey, o el sorprendente conocimiento e interés por el antiguo Egipto del pequeño Diego con tan sólo 5 años. Pero si hay algo que no dudo que es verdaderamente mágico, es el hecho de viajar a una de las ciudades más bonitas del mundo junto con las personas que amas. Me alegra leer con la felicidad que describes el viaje, y me alegro que hayas aprovechado tus vacaciones siendo feliz y volviendo por momentos a ser esa niña pequeña que en el fondo todos seremos para siempre, pero ahora vuelve ya al trabajo coño buuuuubi! Que me tienes abandonao jajajaja

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    1. París es maravillosa, fui soltera y ahora he ido con familia y en ambas ocasiones me enamoró. El momento Mickey... Ojalá lo hubiésemos grabado, no nos esperábamos esa reacción de las fieras, fue tan tan bonito ❤️
      Jajajaja, en el fondo tengo un poco de ganas de volver, PERO SOLO UN POCO. Mañana nos vemos, Ramoni 😄

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