Si queréis leer de qué trata os dejo el post aquí.
Yo puedo hablar desde dos perspectivas, la de madre soltera y la de madre casada.
Mi experiencia con la paternidad, tanto la vivida por mí como la vivida con mi hijo no ha sido del todo buena, y eso, hizo que no creyera en la figura paterna como tal, hizo que viera que padre es el que insemina y madre la que cría.
¡QUÉ EQUIVOCADA ESTABA!
Claro que siempre he necesitado ayuda para criar a Diego, pero he tenido a mi madre, a mi familia, a mis hermanos, a mis amigas... Como dice el dicho, se necesita una tribu entera para criar a un niño, pero jamás me imaginaba que al compartir todo con un padre que se vuelca tanto como tú en la crianza con amor de tu hijo pudiera facilitar tantísimo la vida, tanto, que es como si te ayudaran cien personas.
Apareció Néstor, apareció el buenpadre y mi forma de ver la vida, y consigo la maternidad cambió por completo. Me hizo ver y me demostró que criar es cosa de dos.
A los diez meses de Diego lo conocí, y a los once ya quería formar parte de esto. A los catorce meses ya le decía papá, y a los veinticinco se hacía legal lo que llevaba demostrando año y medio: que era su padre.
Él pertenece a la tribu, a mi tribu.
Para Diego es tan importante como lo soy yo, somos dos compartiendo al 50% esta aventura. Es increíble que me haya cambiado tanto, y que me haya hecho ver que no es raro, que existen los hombres crían y que cuidan a sus hijos y a su familia, haciendo escuela.
Néstor trabaja de once a doce horas al día, pero su momento de bañar, dar el biberón y dormir a su pequeño todas las noches, no se lo quita nadie. Ese momento es en el que yo descanso, en el que mi cerebro desconecta y entro en un estado de relajación muy necesario.
Y me acuerdo perfectamente de la primera vez que lo durmió, que tuvo "su momento" con él. Ese recuerdo esta impreso en mi memoria a fuego, porque es parte de la transición y de todo el cambio en mi forma de ver el mundo. Es momento en el que me preguntó si podía dormirlo, que había estado viendo como lo hacía y que el sabía que iba a poder, al que yo le contesté con un 'si quieres intentarlo... Pero seguro que no se te duerme y te desesperas...' A los diez minutos lo tenía durmiendo y Néstor con una sonrisa que no había visto en la vida, de satisfacción, de felicidad, de amor.
Seguimos sumando momentos tan mágicos como ese, seguimos compartiendo todo, y seguimos mano a mano con nuestro hijo, enseñándole que el amor de papá es tan puro como el de mamá y que tenemos exactamente la misma importancia en su vida. Criando a un niño feliz y haciéndonos felices nosotros mismos.